jueves, 8 de abril de 2010



Una vez, un león atrapó a un ratoncito. Lo tenía entre sus garras y abría la boca para comérselo cuando el ratoncito suplicó:- Por favor, león, rey de los animales, señor de la selva, ¡no me comas! Apenas soy un bocadito. Si me dejas ir, algún día podré ayudarte.El león lo miró asombrado y se echó a reír:- ¿Ayudarme, una cosita tan débil y pequeña como tú? Me das tanta risa que, por esta vez, no te comeré.Y lo dejó en libertad.Pasó el tiempo. Un día, el león, rey de los animales y señor de la selva, cayó en una trampa que le habían tendido los hombres. Lo tapó una red muy gruesa y allí quedó atrapado, rugiendo de rabia.El ratoncito escuchó sus rugidos y corrió hasta él. Entonces, con sus buenos dientes de ratón, empezó a roer la soga.Mordisqueó, masticó y tironeó. Mordisqueó, masticó y tironeó hasta que la soga se rompió. ¡Y el león pudo salir por el boquete y librarse de la trampa!Ese día, el señor de la selva, el rey de los animales, aprendió que todos, hasta los más débiles y pequeñitos, pueden ayudarnos.

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